(Estas fotos, son todas mìas.)
Me acuerdo que una vez, cuando en mis tiempos màs que “inquietos”
juveniles, estaba estudiando Publicidad y Relaciones Pùblicas. Resultaba que había
que hacer, como trabajo pràctico, una entrevista a una empresa. Una vez concertada
la cita, hicieron pasar a una sala para la entrevista. En ese mismo lugar, se
encontraba un señor, con marcado “enojo”, atendiendo unos papeles en su
escritorio. Resultaba ser el contador de esa empresa.
En la entrevista, hubo un breve espacio de tiempo y me
acerquè al escritorio del señor contador. Le preguntè si se sentía “feliz” de
estar trabajando en un lugar donde no había ventanas. De repente, se “encendió”
su expresión y pasò a contarme todo lo mal que se sentía en ese lugar y
tooooooodo el trabajo que debía realizar. La verdad que, el lugar, era
insalubremente espantoso.
Luego de dejarle hablar, se fuè calmando y le dije que què
tal si, en el primer cajòn de su escritorio, ponìa una flor, aunque fuera de plástico
y que, cada tanto, cuando se sintiera cansado, o triste o lo que fuera, abriera
su cajòn y se encontrara con esa flor que le “sonriera” y le recordara que habían
cosas lindas màs allà de su entorno.
El señor se quedó mirándome, pensativo; tomò su tiempo y,
con una medio sonrisa, me dijo:
-“Tiene usted razón”.
Sì… Hay un montòn de “herramientas”, en todo lugar, que nos
pueden recordar que podemos ponerle color a nuestras vidas…
Salvo que, seamos nosotros mismos que no tengamos confianza
en la vida, y…
…O busquemos colores no tan… “vibrantes”, o…
… Los dejemos morir.
ADRIANA GROSSI
27/05/2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario